Los terrores nocturnos son episodios de gritos, miedo y movimientos que ocurren mientras dormimos. Pueden durar desde segundos hasta pocos minutos, y normalmente suceden entre el primer tercio y la primera mitad de la noche.
A menudo se dan junto al sonambulismo. Ambos fenómenos se consideran una parasomnia, es decir, una experiencia no deseada que ocurre durante el sueño.
Los terrores nocturnos son sobre todo habituales en los niños, afectando a casi un 40% de los más pequeños. Aunque puedan asustar bastante, no deben ser motivo de preocupación, ya que la mayoría los superan antes de la adolescencia.
Los más pequeños pueden tener algún episodio aislado o incluso varios antes de que desaparezcan por completo. En la mayoría de ocasiones dejan de manifestarse solos a medida que el sistema nervioso va madurando.
Son más frecuentes en niños que tienen de cuatro a doce años, aunque se han dado casos incluso en niños de 18 meses. Además, los estudios han determinado que los niños tienen mayor predisposición a sufrirlos que las niñas.
Síntomas
Los terrores nocturnos no son lo mismo que las pesadillas, ya que en éstas podemos despertarnos e incluso recordar algunos detalles. En cambio, las personas que sufren terrores nocturnos siguen durmiendo y luego no logran recordar nada.
Algunos de los síntomas son:
- Gritos.
- Sentarse en la cama estando asustado.
- Mirar fijamente a algún punto manteniendo los ojos muy abiertos.
- Respirar con dificultad y tener el pulso acelerado.
- Salir de la cama y correr por la casa o mantener una conducta agresiva.
- Patear y pegar.
- Ser difícil de despertar y consolar.
- No recordar lo ocurrido durante la noche.
Causas
Los terrores nocturnos son provocados por una hiperactivación del sistema nervioso central producido durante el sueño. Son menos frecuentes que las pesadillas, que resultan mucho más habituales.
Los terrores nocturnos se producen en la fase más profunda del sueño. Existen diferentes factores que pueden contribuir a ellos:
- Antecedentes de este problema en la familia. Normalmente se hereda, ya que algunos estudios han determinado que el 80% de los niños que los sufren, tienen algún familiar que lo ha padecido.
- Privación del sueño y cansancio extremo: interrupciones en el horario a la hora de dormir.
- Fiebre y determinados medicamentos: pueden aumentar las fases de sueño profundo haciéndolo más intenso.
- Respiración asociada a trastornos del sueño, como la apnea del sueño.
- Síndrome de piernas inquietas.
- Dormir en un entorno nuevo o lejos de casa.
- Cambios de estado de ánimo, como depresión, ansiedad y estrés.
- Desarrollo inmaduro del cerebro: los terrores pueden reflejar etapas del desarrollo en que el cerebro aún es inmaduro y por ello al niño le cuesta salir de un sueño muy profundo o despertarse del mismo.
- En adultos, un factor de alto riesgo es el consumo de alcohol.
Consecuencias de los terrores nocturnos
- Somnolencia diurna que puede generar dificultades en la realización de las tareas cotidianas. La persona se sentirá cansada y con falta de concentración, lo que afectará al rendimiento de la actividad diaria tanto de niños como de adultos.
- Alteración del sueño.
- Problemas en las relaciones.
- Autolesiones.
- Insomnio: si el niño se despierta por las noches, puede resultarle difícil volver a dormirse, lo que afectará a su descanso nocturno.
- Alteraciones en el sueño de toda la familia.
Diferencia entre terrores nocturnos y pesadillas
Ambas patologías forman parte de las parasomnias, y se presentan en el desarrollo normal de los niños, por lo que son totalmente normales.
Las pesadillas son también episodios desagradables y angustiosos que se producen normalmente en el último tercio del sueño. A menudo temprano por la mañana, entre las 2 y las 6 a.m que es cuando nos encontramos en la fase REM.
Los terrores nocturnos por su lado, ocurren en las primeras horas de la noche, cuando todavía no hemos empezado a soñar.
En las pesadillas, la persona se despertará asustada, sudorosa y con ansiedad, y a diferencia de los terrores nocturnos, se puede recordar con detalles todo lo sucedido. También en estos casos, es más fácil despertarlos posteriormente.
Qué hacer ante un terror nocturno
Ante todo, no se debe perder la calma. Lo mejor es esperar tranquilamente a que pare y evitar que el niño pueda sufrir algún daño. Normalmente, la situación vuelve a la calma en pocos minutos.
Lo que no se debe hacer en ningún caso es despertar al niño, ya que no resultará efectivo e incluso este puede sentirse aturdido o reaccionar de forma violenta.
Los terrores nocturnos no tienen tratamiento, aunque podríamos prevenir en gran medida que se produjeran probando lo siguiente:
- Estableciendo una rutina para el niño antes de llevarlo a dormir.
- Evitando que se acueste demasiado tarde.
- Asegurarnos de que el niño tiene un sueño de calidad y que su equipo de descanso es el adecuado.
Si el problema existe desde hace mucho tiempo y ocurre con bastante frecuencia perturbando el buen descanso y provoca consecuencias graves como gran malestar, problemas sociales, o laborales, consúltalo con el pediatra o un especialista del sueño para que pueda estudiar el caso en particular y ponerle una solución efectiva y personalizada.
Terrores nocturnos en adultos
A pesar de darse más en niños, los terrores nocturnos también pueden manifestarse en adolescentes y adultos, aunque es algo menos común.
Las causas por las que ocurren son similares: no tener una dieta adecuada, poseer factores genéticos, vivir situaciones de estrés o tener una enfermedad del sueño.
Sufrir terrores nocturnos en la edad adulta puede estar relacionados con otro tipo de problemas emocionales como la ansiedad o la depresión.
Los episodios vividos son similares a los que ocurren con los niños. La persona puede despertarse gritando, dando patadas, y puede no recordar lo que dijo mientras se encontraba en ese estado.
Para prevenirlo en adultos, hay que evitar determinadas prácticas como el consumo de alcohol, tabaco y café, y evitar acostarse justo después de cenar.
Practicar ejercicio, realizar yoga y hacer meditación, disminuyen los niveles de estrés favoreciendo un óptimo descanso durante la noche.
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